La Soberanía de Dios

LA SOBERANÍA DE DIOS

Por Lasaro Flores

Como lo he dicho antes, en alguna manera u otra toda doctrina en la Biblia magnifica la Gracia de Dios, la cual esta conectado con la Soberanía de Dios. Así que, no importa que tanto el hombre religioso soberbio trata de exaltar el ídolo del hombre de su tal llamado “libre albedrío”, él tiene que caer sobre su rostro delante de la Soberanía de Dios, como “Dagón postrado en tierra delante del arca de Jehová” (1 Samuel 5:3, 4). Dios es Soberano, queriendo decir que Dios hace como Él quiera con quien quiera, cuando quiera, donde quiera, y como quiera; y que no hay absolutamente nada que alguno puede hacer acercas de ello. Todas las cosas, o sean animadas o sean inanimadas, están debajo de Su control soberano; porque como nos dicen las Sagradas Escrituras inerrantes: “Y nuestro Dios está en los cielos: Todo lo que quiso ha hecho” (Salmo 115:3); Todo lo que quiso Jehová, ha hecho en los cielos y en la tierra, en las mares y en todos los abismos” (135:6). Además, leemos: “Y todos los moradores de la tierra por nada son contados: y en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, hace según su voluntad: ni hay quien estorbe su mano, y le diga: ¿Qué haces?” (Daniel 4:35), y esto porque Él “hace todas las cosas según el consejo de su voluntad” (Efesios 1:11).

Ahora, sería imposible de tratar en una manera exhaustiva y en detalle con la doctrina de la Soberanía de Dios por los medios de este periódico vía el correo electrónico; por lo tanto, principalmente estaré tratando con la Soberanía de Dios con respecto á la salvación de los hombres de sus pecados y de sus consecuencias. Generalmente, el hombre, incluyendo el hombre religioso, concederá que Dios es Soberano sobre muchas áreas de Su creación, pero en decir que también Él es soberano sobre la salvación de los pecadores, muchos reaccionarán con una vehemencia porque la soberbia de ellos no permite que Dios tenga el último decir con la salvación de ellos. Pero, amados, no nos podemos escapar de, o negar, que las Sagradas Escrituras lo hace muy claro que porque “de Jehová es la salvación” (Salmo 3:8) y que “la salvación pertenece á Jehová” (Jonás 2:9), “así que no es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Romanos 9:16). Por eso es porque el Evangelio de Salvación en Cristo Jesús es llamado el “evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:24) simplemente por causa, como veremos más adelante, que la Gracia tiene que ver con la Soberanía de Dios.

Por supuesto, estoy consciente que para muchos la doctrina de la Soberanía de Dios es una doctrina dificultosa y desagradable para aceptar, y esto porque no pueden ver que un Dios, quien “es amor” (1 Juan 4:4, 16) y “es amador de misericordia” (Miqueas 7:18) haría Su salvación dependiente en Su soberanía y, ¡no en el “escoger libre” del hombre! Esto podrá ser por dos razones: Primero, ellos han sido enseñados un punto de vista de solo un lado acercas de Dios con respecto á Sus atributos y las han aceptado sin ninguna reexaminación personal de las Sagradas Escrituras para ver si es verdad (cp. Hechos 17:11); o secundariamente, lo rechazan obstinadamente aún aunque no pueden Bíblicamente negar que Dios es Soberano sobre todas las cosas, ¡incluyendo nuestra salvación! Pero no importa qué tanta oposición o denegación hay contra esta doctrina gloriosa, la respuesta Divina al tal llamado “libre albedrío” del hombre es esta: “Mas á Moisés (Dios) dice: Tendré misericordia del que tendré misericordia, y me compadeceré del que me compadeceré. Así que no es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Romanos 9:15, 16); y eso, mi querido lector, es el PERIÓDO del asunto entero; porque como contesta Pablo en el mismo capítulo á aquellos quienes se oponen á la Soberanía de Dios: “Me dirás pues: ¿Por qué, pues, se enoja? porque ¿quién resistirá á su voluntad? Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? Dirá el vaso de barro al que le labró: ¿Por qué me has hecho tal? ¿O no tiene potestad el alfarero para hacer de la misma masa un vaso para honra, y otro para vergüenza? ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar la ira y hacer notoria su potencia, soportó con mucha mansedumbre los vasos de ira preparados para muerte, Y para hacer notorias las riquezas de su gloria, mostrólas para con los vasos de misericordia que él ha preparado para gloria; Los cuales también ha llamado, es á saber, á nosotros, no sólo de los Judíos, mas también de los Gentiles” (vv. 19-24?

Lo trágico es que muchos reaccionarán á la Soberanía de Dios como aquellos en Juan capítulo 6: Brevemente, allí ve aquellos que no les agradaba lo que el Señor Jesús les estaba diciendo, y así que reaccionaron de tal manera. En el versículo 44 Él dice: “Ninguno puede venir á mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero”. Aquí hace una declaración muy definida con respecto á la Soberanía de Dios en traer (Griego: lit. en arrastrar) aquellos que vienen á Él para salvación. Además, lo que continua diciendo á estos individuos causa aún algunos de Sus discípulos ser ofendidos (v. 61) y en decir, “Dura es esta palabra: ¿quién la puede oír?” (v. 60). Pero otra vez Él repite lo que digo en el versículo 44 de esta manera: “Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir á mí, si no le fuere dado del Padre” (v. 65). ¿Qué fue la reacción de estos individuos? “Desde esto, muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (v. 66). En otras palabras, porque en oír esto estos discípulos, o de oír á ese tiempo, lo que el Señor Jesús estaba enseñando, no se sometieron á la Soberanía de Dios, se volvieron atrás del Señor y ya no anduvieron con Él. Lo ponemos de esta manera: No solo rechazaron la Soberanía de Dios, pero también rechazaron al Señor mismo por causa de la soberbia de ellos. Esto, mi querido lector, ¡es el peligro de la falsa doctrina del tal llamado Libre Albedrío del hombre!

Pero oh, ¡qué diferente es la doctrina de la Soberanía de Dios para aquellos quienes son enseñados de Dios! “Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados de Dios. Así que, todo aquel que oyó del Padre, y aprendió, viene á mí” (v. 45). Lo podemos poner de esta manera: Para ellos la verdad de la Soberanía de Dios no es una doctrina dificultosa o desagradable, sino una doctrina más preciosa y dulce que los atrae al Señor Jesús como dice Óseas 11:4 –  “Con cuerdas humanas los traje, con cuerdas de amor”, ¡como la miel a la abeja! En otras palabras, la doctrina de la Soberanía de Dios no es para empujar al hombre de Dios, sino para humillarlos; porque es solo los humildes y los quebrantados de corazón que estarán dispuestos para someterse á sí mismos á Aquél quien tienen nuestra salvación en Sus manos, que recibirán Gracia de Aquél quien es también “el Dios de toda gracia” (1 Pedro 5:,10); y ¡aparte de la Gracia de Dios no puede haber ninguna salvación de todo! Así que, puedes ver que la Soberanía de Dios en nuestra salvación asegura en venir á Él lanzándonos y confiándonos solamente en sólo Su gracia en Cristo Jesús, y no sobre cualquier cosa que pretendemos tener de nosotros mismos; y esto, amados, somos enseñados de Dios, y no por las doctrinas y mandamientos de los hombres.

Vamos ahora considerar por qué la doctrina de la Soberanía de Dios no es una doctrina áspera o cruel para aquellos quienes son enseñados de Dios; aún aunque entienden que porque Dios es soberano, Él hace como la agrada en nuestras vidas, incluyendo cosas que no son agradables á la “carne”, o cosas que causarán padecimiento en nuestras vidas. No obstante, aunque el hijo de Dios podrá experienciár tragedia en sus vidas, como David, Job, Eli y otros, todavía ellos pueden humildemente someterse á Su voluntad soberana, ¡no importa que sea! En el caso de David, mucho de su padecimiento fue causado debido á su pecado, no obstante, Dios de Su misericordia soberana no trató con David como lo merecía (a pesar de 2 Samuel 12), como lo confiesa en el Salmo 103:10, “No ha hecho con nosotros conforme á nuestras iniquidades; ni nos ha pagado conforme á nuestros pecados”, o Job, después que perdió todo, incluyendo a sus hijos, todavía él confiesa, “Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y trasquiló su cabeza, y cayendo en tierra adoró; Y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo tornaré allá. Jehová dió, y Jehová quitó: sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó á Dios despropósito alguno (Job 1:20-22). Pero también no se olviden de Eli, cuyos hijos Dios había determinado de matar por el pecado de ellos, y los medios utilizado era la negligencia de Eli en no disciplinar á sus hijos, como leemos, “Aquel día yo despertaré contra Eli todas las cosas que he dicho sobre su casa. En comenzando, acabaré también. Y mostraréle que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos se han envilecido, y él no los ha estorbado… Mas ellos no oyeron la voz de su padre, porque Jehová los quería matar”; con todo, leemos de Eli: “Jehová es; haga lo que bien le pareciere (1 Samuel 3:11-13; 2:25; 3:18).

Sí, el creyente en el Señor Jesucristo puede someterse á la soberanía de Dios en su vida; porque en sabiendo que Dios está en control de TODAS las cosas en su vida, incluyendo la salvación suya, sabe que es un fundamento sólido en donde estar, ¡porque NUNCA JAMÁS se quebrantará debajo de ellos! Lo precioso de ello es sacado por la promesa maravillosa de Romanos 8:28 – “Y sabemos que á los que á Dios aman, todas las cosas les ayudan á bien, es á saber, á los que conforme al propósito son llamados”. En hacer las siguientes observaciones, nuestros labios han de rebosar con alabanzas al cantar con el Salmista: “No á nosotros, oh Jehová, no á nosotros, Sino á tu nombre da gloria; Por tu misericordia, por tu verdad… Y nuestro Dios está en los cielos: Todo lo que quiso ha hecho(115:1, 3). Oh sí, podemos regocijarnos por esta verdad maravillosa: Que absolutamente nada, o cualquier cosa, que acontece alrededor de nosotros, o a nosotros, es por accidente o de suerte, sino que tenemos un Dios quien “hace todas las cosas según el consejo de su voluntad” (Efesios 1:11); “Porque de él, y por él, y en él, son todas las cosas. A él sea gloria por los siglos. Amén” (Romanos 11:36).

Ahora, la primera observación que hacemos es que el santo de Dios puede derivar la PAZ de la Soberanía de Dios. Hay mucho alrededor de nosotros que acontece, o que podemos experienciár en nuestras vidas, que nos causará preocupación y hacernos muy ansiosos. ¡Puede ser que aún en nuestras horas despiertas nos hallamos en una inquietud emocional que en las noches no podemos ni aún dormir pacíficamente! Somos constantemente inquietados acercas de todo porque nos vemos tan desvalidos de hacer algo acercas de ello. Principalmente, la razón por tal estado es porque nuestros ojos están enfocados en las situaciones o las circunstancias en que nos hallamos. Todo lo que vemos son las nubes oscuras y los vientos fuertes de las tempestades y nos hemos olvidado de la promesa del Señor: “La paz os dejo, mi paz os doy: no como el mundo la da, yo os la doy. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27). En hecho, el Señor mismo nos dice que tendríamos esas “presiones” que tienen la tendencia de robarnos de la paz que el Señor nos prometió: “Estas cosas os he hablado, para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción (presiones): mas confiad, yo he vencido al mundo” (16:33). Del otro lado, cuando el creyente guarda sus ojos en Aquél quien esta en control de todas las cosas  y que absolutamente nada acontece aparte de Él, quien dijo, “Con todo, ni uno de ellos (es decir, un pajarillo) cae á tierra sin vuestro Padre” (Mateo 10:29), entonces la promesa de Filipenses 4:6, 7) será verdad: “Por nada estéis afanosos; sino sean notorias vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con hacimiento de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros entendimientos en Cristo Jesús”. En otras palabras, amados, ¡no te preocupes, o seas ansioso “por nada”! ¿Por qué dice “nada” y no “cada cosa”? Simplemente en tanto que toca á Dios, cualquier cosa que le pueda acontecer a cualquiera del pueblo de Dios ES “¡nada”! También, tenemos que tener en cuenta, no solo no debemos de preocuparnos, “sino sean notorias vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con hacimiento de gracias”; y en hacerlo, ¡esta es nuestra confesión que Dios está en control y obra todas las cosas para nuestro bien, resultando en Su paz guardando nuestro corazones y entendimientos en Cristo Jesús! ¡Aleluya!

Secundariamente, observamos que la Soberanía de Dios nos da CONFORTACIÓN. Hay veces que el hijo de Dios puede pasar por mucho padecimiento y aflicción que podrá ser tentado y aún preguntar, “¿Dónde esta Dios cuando más lo necesito?” Pero todavía, amados, por toda las Escrituras es hecho claro que el padecimiento y la aflicción es ordenado por el Padre celestial para Sus hijos. En veces es necesario, no simplemente por nuestros pecados, pero también para probar nuestra fe y para conformarnos al imagen de Su Hijo. Considere las siguientes Escrituras: Antes que fuera yo humillado (comprimir), descarriado andaba; Mas ahora guardo tu palabra” (Salmo 119:67); “Porque á los que antes conoció, también predestinó para que fuesen hechos conformes á la imagen de su Hijo(Romanos 8:29); “En lo cual vosotros os alegráis, estando al presente un poco de tiempo afligidos en diversas tentaciones, si es necesario, Para que la prueba de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual perece, bien que sea probado con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra, cuando Jesucristo fuera manifestado” (1 Pedro 1:6, 7); “Porque para esto sois llamados; pues que también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que vosotros sigáis sus pisadas” (2 :21); “Carísimos, no os maravilléis cuando sois examinados por fuego, lo cual se hace para vuestra prueba, como si alguna cosa peregrina os aconteciese; Antes bien gozaos en que sois participantes de las aflicciones de Cristo; para que también en la revelación de su gloria os gocéis en triunfo. Si sois vituperados en el nombre de Cristo, sois bienaventurados; porque la gloria y el Espíritu de Dios reposan sobre vosotros. Cierto, según ellos, él es blasfemado, mas según vosotros es glorificado. Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, ó ladrón, ó malhechor, ó por meterse en negocios ajenos. Pero si alguno padece como Cristiano, no se avergüence; antes glorifique á Dios en esta parte” (4:12-16). No obstante, co-creyente, todos estos padecimientos no son por accidente; porque se nos dice: “Y por eso los que son afligidos según la voluntad de Dios, encomiéndenle sus almas, como á fiel Criador, haciendo bien” (v. 19). La CONFORTACIÓN viene, no simplemente porque somos librados de ellos, sino a pesar de ello somos confortados EN ello, ¡sabiendo que Él esta en control! “Bendito sea el Dios y Padre del Señor Jesucristo, el Padre de misericordias, y el Dios de toda consolación, El cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar á los que están en cualquiera angustia, con la consolación con que nosotros somos consolados de Dios. Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación” (2 Corintios 1:3-5).

Ahora, en el tercer lugar, observamos que la Soberanía de Dios nos da la SEGURIDAD. Por supuesto, tenemos que tener en cuenta que esta seguridad no viene porque nos sentimos bien o que es una clase de una emocional osada; al contrario, la Palabra de Dios se refiere á ello como una “plena certidumbre de fe” (Hebreos 10:22), queriendo decir que creemos á Dios y lo que dice en Su Palabra; y Él definidamente dice que Él está en control de todas las cosas, ¡no importa qué! Por lo tanto, podemos descansar asegurados que si “por fe andamos, no por vista” (2 Corintios 5:7), entonces sabemos que á los que á Dios aman, todas las cosas les ayudan á bien, es á saber, á los que conforme al propósito son llamados” (Romanos 8:28). Puede haber tiempos que parece que TODAS las cosas son contrarias á lo que Dios dice en Su Palabra, pero todavía en saber que Él no “muda” (Malaquías 3:6) y “no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17), y que Él mismo dice: “Que formo la luz y crío las tinieblas, que hago la paz y crío el mal. Yo Jehová que hago todo esto” (Isaías 45:7), eso lo hace muy claro que por cualquier cosa que pasamos en nuestras vidas, ello viene de las manos de Dios según á Su propósito eterno; y sabiendo esto, entonces podemos decir con Job: “Jehová dió, y Jehová quitó: sea el nombre de Jehová bendito… También recibimos el bien de Dios, ¿y el mal no recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios” (1:21; 2:10). Oh, ¡que puédanos aprender de cantar con el Salmista: Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno; porque tú estarás conmigo: Tu vara y tu cayado me infundirán aliento… Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida: Y en la casa de Jehová moraré por largos días” (23:4, 6).

Además, en el cuarto lugar, observamos que la Soberanía de Dios nos da VALENTÍA. En hecho, yo digo que esto es el resultado de tener la PAZ, la CONFORTACIÓN, y la SEGURIDAD mencionados previamente; porque en tenerlos quiere decir que estamos andando con Dios y así que somos “confortaos en el Señor, y en la potencia de su fortaleza” (Efesios 6:10). Ahora, esta valentía será verdad en tres particulares: 1) En resistir y en vencer al diablo: “Resistid al diablo, y de vosotros huirá” (Santiago 4:7); “Y ellos le han vencido por la sangre del Cordero, y por la palabra de su testimonio; y no han amado sus vidas hasta la muerte” (Apocalipsis 12:11); 2) En no tener miedo del hombre: “En Dios he confiado: no temeré lo que me hará el hombre” (Salmo 56:11); “De tal manera que digamos confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me hará el hombre” (Hebreos 13:6); y 3), fielmente testificar del Evangelio: “Muchos de los hermanos en el Señor,…se atreven mucho más á hablar la palabra sin temor” (Filipenses 1:14); “Todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaron la palabra de Dios con confianza” (Hechos 4:31). Así que, sabiendo de que ya Dios está en control sobre el diablo y que él solo puede hacer lo que Dios le permite que haga (refiérase á Job 1 y 2), y que también Dios está en control de los resultados de los planes de los impíos contra Su pueblo (Salmo 3:6 – “No temeré de diez millares de pueblos, que pusieren cerco contra mí”; Romanos 8:31 – “¿Pues qué diremos á esto? Si Dios por nosotros, ¿quién contra nosotros?”, y que Él también está en control de los resultados de Su Palabra, como promete en Isaías 55:11 – “Así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá á mí vacía, antes hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié”, sigue sin decir que podemos pararnos con toda valentía contra los engaños del diablo, y contra todos los designios de los impíos y contra toda oposición á Su Palabra, porque “en todas estas cosas hacemos más que vencer por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37).

Si, amados, verdaderamente podemos regocijarnos en la verdad gloriosa de la Soberanía de Dios, y mucho más en saber que nuestra salvación es según á Su Gracia Libre y Soberana porque simplemente le agradó de salvarnos con una salvación eterna aún aunque no somos dignos de ella y mucho menos lo merecemos. Por lo tanto, esta misma PAZ, y CONFORTACIÓN, y SEGURIDAD y VALENTÍA que llena nuestras vidas al andar con el Señor, también llenará nuestros pensamientos y corazones porque somos “ciertos que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna criatura nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38, 39). Así que, lo más que estudiamos esta verdad humillante que nuestra salvación esta conectada con la Soberanía absoluta de Dios, ojala que llene nuestros corazones con gratitud y amor hacia á Él por incluir a cualquiera de nosotros en el propósito eterno de “una salvación tan grande” (Hebreos 2:3) y para hacernos “aceptos en el Amado” (Efesios 1:6), el Señor Jesucristo, nuestro precioso Salvador y Redentor. ¡Qué ROCA tan más Fuerte podemos estar parados por la eternidad que “Jesucristo”, quien “es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8)! Amén.

Á este punto, vamos ahora considerar por qué nuestra salvación está dependiente sobre la soberanía de Dios. Realizo que para muchos esto no será aceptable porque no se someterán á la verdad humillante de que Dios hace como le agrade, incluso en nuestra salvación. La soberbia del hombre es tal que no “permitirán” que Dios sea Dios; y así que tratarán de limitarlo al concepto de ellos de quien es Dios y á lo que puede hacer y lo que no puede hacer. La problema es que el hombre trata de hacer a Dios pensar como pensamos, es a saber, como algunos dicen blasfemamente, “Si yo era Dios, ¡yo no lo hiciera así!” “Pensabas que de cierto sería yo como tú” (Salmo 50:21). Pero del otro lado, si “en entendemos y conocemos, (a) Jehová” (Jeremías 9:24), entonces podemos decir con el apóstol Pablo: “Oh ¡profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ­¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿ó quién fué su consejero? ¿O quién le dió á él primero, para que le sea pagado? Porque de él, y por él, y en él, son todas las cosas. A él sea gloria por siglos. Amén” (Romanos 11:33-36). Sí, “porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová” (Isaías 55:8).

Ahora, vamos á entender esto: Dios no tiene que salvar á cualquiera de nosotros de nuestros pecados y de la consecuencia de ellos. En hecho, lo podemos declarar de esta manera: Dios no esta obligado de salvar á cualquiera aparte de Su voluntad soberana. En otras palabras, Él tiene todo derecho, y sería justo, en lanzar á cada uno de nosotros al infierno por causa de la desobediencia de Adán, y así que absolutamente nadie tendrá el derecho de acusar á Dios de no ser recto. Por lo tanto, si ha de haber alguna esperanza de salvación para cualquiera de nosotros, tiene que depender sobre Su Soberanía. En otras palabras, tiene que ser porque simplemente le agrada de hacerlo, y ¡á quien Él salvará! Yo sé que esto no es la enseñanza “normal” que hoy en día uno oye del púlpito típico; por qué puede ser dicho que la doctrina de la Soberanía de Dios en la salvación es como “nueva doctrina” y á los “oídos unas nuevas cosas” (Hechos 17:19, 20) al asistente ordinario de la iglesia y á multitudes de cristianos profesos. ¿Por qué digo esto? Porque prácticamente puedo ir á cualquier iglesia, o oír a predicadores por la radio, o en el televisor, y raramente oiré esta verdad, ¡si a tal caso!

Habiendo dicho eso, vamos ahora hacer algunas observaciones con respecto á esta verdad: Primero, considere de quién es la salvación. “De Jehová es la salud (salvación) (Salmo 3:8); “La salvación pertenece á Jehová” (Jonás 2:9). Es muy claro, entonces, que la salvación le pertenece á Dios, y no al hombre. Sólo viene a ser nuestra cuando Él nos la da en Cristo y por Él al momento que creemos en Él como el Salvador nuestro. Antes de eso, no tenemos ninguna salvación cualesquiera. Eso siendo dicho, sigue que si seremos salvos de nuestros pecados, Dios nos tiene que dar Su salvación. Pero también, esto depende en Su voluntad soberana, es a saber, si Él ha determinado en salvarme; o como el apóstol Pablo lo declara: “Así que no es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Romanos 9:16). Quizás te opones vehementemente á esto, pero Dios te dirá: “¿No me es lícito á mi hacer lo que quiero con lo mío?” (Mateo 20:15). Esto es lo que Pablo clarifica en Romanos 9 con respecto á la soberanía de Dios en quien Él salva. “Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? Dirá el vaso de barro al que le labró: ¿Por qué me has hecho tal? ¿O no tiene potestad el alfarero para hacer de la misma masa un vaso para honra, y otro para vergüenza(vv.20, 21)? En otras palabras, Dios como “el alfarero” tiene la “potestad” (autoridad; derecho; libertad) sobre el “barro, de la misma masa”, es saber, de la raza humana, “para hacer…un vaso para honra” (salvación), “y otro para vergüenza” (perdición). Si estas envuelto en la alfarería, ¿no demandarías que tú tienes el derecho de hacer lo que quieras con tu barro? ¿Por qué negarías el mismo derecho á Dios? Así que, puedes ver (que le agrade á Dios en mostrarte esto), que Dios tiene el derecho, como «á Moisés dice: Tendré misericordia del que tendré misericordia, y me compadeceré del que me compadeceré” (v. 15), y como resultado, según á Su propósito, ¡darles SU salvación!

Secundariamente, notemos que la Salvación es por la Gracia de Dios. Por la gracia sois salvos por la fe” (Efesios 2:8, 5). Ahora, ¿qué es la gracia? Los mas acordarán que significa el “favor inmerecido” de Dios hacia aquellos que no son “dignos” o “merecen” la salvación de ninguna manera. En otras palabras, “¡Dios nos hará el favor de salvarnos aunque no merecemos de ser salvos!” También considere esto: Ya que la gracia salva (no trata de salvar, sino en efecto salva), al pecador inmerecido, entonces podemos ver que la gracia no es dada á todo pecador individuo; y la razón que podemos decir esto es porque no todos los pecadores serán salvos; y esto es hecho claro que “el que no fué hallado escrito en el libro de la vida, fué lanzado en el lago de fuego” (Apocalipsis 20:15). Pero, ¿Dios no le da gracia á todos? Por supuesto que no; ¡porque eso quiere decir que todos serían salvos! Ahora, ya que la gracia es dada á aquellos quienes no son dignos de la salvación, ¿quién determina quienes son los que reciben la gracia? Otra vez, tenemos que regresar á la Soberanía de Dios simplemente porque ya qué la Gracia que salva es “el don de Dios” (Efesios 2:8), es a saber, ¡es “dada gratuitamente” por Dios á quienes Él les ha “dado soberanamente” Su salvación! Esto es mostrado muy claramente por el hecho de lo que somos como pecadores aparte de la gracia de Dios; y eso es, “no hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque á Dios; todos se apartaron, á una fueron hechos inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno(Romanos 3:9-12). Ahora, dime, ¿por qué Dios daría gracia á tales para salvarlos, sino era porque le agradó de hacerlo? ¿Qué hay en nosotros que de alguna manera pudiéramos demandar la gracia de Dios para nuestra salvación? Absolutamente nada; así que nuestra única esperanza es que Dios de Su gracia libre y soberana nos salve porque es “según el puro afecto de su voluntad” (Efesios 1:5). ¡Alabado sea Su santísimo Nombre! Amén.

Además, en el tercer lugar, somos recordados que la salvación nuestra es dependiente sobre la soberanía de Dios porque absolutamente no tiene nada que ver con qué buenos o con qué malos somos. Esto es mostrado en Romanos 9 donde el apóstol Pablo hace referencia á la salvación de Jacob, o la falta de ella en el caso de Esaú. Pero note que esto fue determinado antes que “no siendo aún nacidos, ni habiendo hecho aún ni bien ni mal” (v. 11). (Lee vv. 1 adelante).En otras palabras, el punto que queremos hacer aquí, es que nuestra pecaminosidad, o sea la falta de ello, o sea la abundancia de ello, no determina si somos, o seremos, salvos. Ya ves, Dios pudiera determinado desde la eternidad pasada de salvar á cada persona individua, o de no salvar á nadie, aún antes de la creación de Adán. Pero “conforme al propósito del que hace todas las cosas según el consejo de su voluntad” (Efesios 1:11) y “conforme á la determinación eterna, que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor” (3:11), Dios determinó de salvar ALGUNOS pecadores independiente de sus pecados. Por supuesto, lo que explica esto es que Dios de Su voluntad soberana había escogido á Jacob sobre Esaú “para que el propósito de Dios conforme á la elección, no por las obras sino por el que llama, permaneciese” (Romanos 9:11). Otra vez, note que Jacob fue escogido sobre Esaú independiente de sus “obras”, es a saber, de hacer “aún ni bien ni mal”. Ahora, no me mal-entienda: Yo no quiero implicar de alguna manera que nuestros pecados no tienen nada que ver con nuestra salvación. Al contrario, tiene todo que ver con ello; porque desde el principio del Nuevo Testamento es hecho claro que Jesús había de salvar “á su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21). Sin embargo, podemos ser salvos, o no ser salvos, de nuestros pecados, no porque somos mejores o peores que otros, sino simplemente porque le agrado a Dios de Su voluntad soberana de hacerlo. ¿Eso es humillante, verdad?

Entonces sigue, en el cuarto lugar, que la salvación es dependiente sobre la soberanía de Dios porque también tiene que ver con Su elección “para salud (salvación)” (2 Tesalonicenses 2:13). En otras palabras, la elección divina trae la salvación á aquellos quienes fueron “escogidos desde el principio”; o “según (Dios) nos escogió en (Cristo Jesús) antes de la fundación del mundo” (Efesios 1:4) para ser salvos por Su gracia (2:5, 8). Pero, ¿qué es la elección? Simplemente la elección es Dios escogiendo según Su voluntad soberana algunos pecadores para salvación mientras al mismo tiempo dejando el resto en sus pecados, lo cual hemos recalcado en los primeros tres puntos. Ahora, no se oponga á esto con decir que no es justo. ¿Tú no reclamas el derecho de “escoger”, sea lo que sea? Así lo mismo el Creador del universo. A más de esto, Él no pide nuestro permiso para hacer cualquier cosa, ¿verdad? En hecho, si Dios no hubiera escogido a nadie para salvación, de seguro TODOS NOSOTROS todavía estuviéramos perdidos en nuestro pecados y no hubiera nadie “escritos en el libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis 21:27). Otra vez, esta es una de aquellas verdades de la Palabra inerrante de Dios que a muchos no les complacen de oír, mucho menos de “creer”. Pero, amados, no puedes negar esta doctrina simplemente porque no te complace, o deseas que no existiera. Quizás no sabrás mucho acercas de ella, o puede ser que tengas una vista torcida de ella, porque probablemente no la has oído predicada o enseñada según á las Sagradas Escrituras. Pero si alguna cosa, entiende esto: La elección prueba que nuestra salvación es dependiente sobre la soberanía de Dios; porque no es nosotros escogiendo a Dios, sino Él escogiéndonos desde la eternidad para darnos Su salvación de Su gracia, ¡aún antes que pecamos en Adán! Oh, ¡cómo esto marchita nuestra soberbia y nos causa de cantar con David: “No á nosotros, oh Jehová, no á nosotros, sino á tu nombre da gloria; por tu misericordia, por tu verdad…Y nuestro Dios está en los cielos: Todo lo que quiso ha hecho (Salmo 115:1,3). Amén.

Tengo que confesar que hay mucho mas que podemos decir con respecto a nuestro tema, pero el espacio no me permite que lo haga. Además de los puntos anteriores, pudiéramos escribir de otras cosas que prueban por qué nuestra salvación esta dependiente en la soberanía de Dios. Pero basta, amados, que las consideraciones anteriores por qué nuestra salvación es dependiente sobre la soberanía de Dios muestran sin ninguna duda que así es. No obstante, haga como los de Berea hicieron con la predicación del apóstol Pablo, donde se dice en Hechos 17:11, “pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras, si estas cosas eran así. En otras palabras, no tome mi palabra de por sí… examine todo lo que escribo con la Palabra inerrante de Dios, acordándose de esto: Que “las Sagradas Escrituras (es saber, la Biblia), las cuales te pueden hacer sabio para la salud (salvación) por la fe que es en Cristo Jesús…es inspirada divinamente y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir en justicia” (2 Timoteo 3:15, 16). Así que, déjame darte una palabra de ánimo: Permanece en la Palabra de Dios… Estúdiala, examínala, y medita sobre ella día y noche; porque en ella hay mucho beneficio para tu alma, no solo para esta vida, sino de muy ciertamente, ¡para la eternidad! Sobre todo, sométete á ella; porque es Aquél “en cuya mano está tu vida, y cuyos son todos tus caminos” (Daniel 5:23) quien te habla.

En terminar, permíteme darle una palabra de aviso y una palabra de ánimo. Primero, hay una inclinación natural en todos nosotros de hallar una razón y una excusa para no tener “arrepentimiento para con Dios, y la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:21); y así que seremos inclinados en decir ya que mi salvación depende en la soberanía de Dios, es saber, según el puro efecto de Su voluntad, entonces me esperare hasta que Dios quiera salvarme. ¡NO LO HAGAS! Dios no nos da una opción para esperarnos y hallar si es Su voluntad soberana para salvarnos o no. Al contrario, Él ahora denuncia á todos los hombres en todos los lugares que se arrepientan” (17:30), y “cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú…” (16:31); porque se dice, “he aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salud” (2 Corintios 6:2). Si valoras tu alma eterna, amigo mío, no te esperes un minuto más; porque “no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es un vapor que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” (Santiago 4:14). Pero en el segundo lugar, Dios no rechaza a ningún pecador que venga á Él para salvación. El Señor Jesús mismo dice que “todo lo que el Padre me da, vendrá á mí” (Juan 6:37) según á Su voluntad soberana; sin embargo, Él también dice que “al que á mí viene, no le hecho fuera” (mismo versículo). En otras palabras, mi querido lector, si tú vienes á Dios con arrepentimiento por tus pecados y con fe en Su Hijo amado, el Señor Jesucristo, “el cual fué entregado por nuestros delitos, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25), ¡puedes estar seguro que Él no te rechazará! Sí, puedes estar seguro que si vienes a Dios para ser salvo, lo cual es por TODO DE GRACIA, ¡es porque esta en Su voluntad soberana para salvarte! ¡Qué el precioso Santo Espíritu en Cristo Jesús te lo haga verdad para ti HOY ESTE DÍA! Amén.


INTRODUCCIÓN

Dios les bendiga a cada uno de vosotros en el glorioso Nombre del Señor Jesucristo. Mi nombre es Lasaro Flores y soy del estado de Texas en los Estados Unidos de América. Mi deseo es de compartir con vosotros las buenas nuevas de la Gracia de Dios en Cristo Jesús. Espero, por el favor de mi Dios, que reciban bendición de todo lo que comparte con vosotros para gloria de Dios, y para exaltar a Su Hijo amado, y para magnificar Su gracia libre y soberana en anunciar todo el consejo de Dios. Amén.